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La autogestión es la idea-fuerza más dinámica de nuestro tiempo. Autogestión es sinónimo de autogobierno. Éste puede ser político o económico, o ambos simultáneamente.
Breve fundamentación teórica
La autogestión moderna está en William Godwin, Owen y, sobre todo, en Proudhon. También la hallamos en la práctica del cartismo, en el movimiento obrero autónomo francés y en Ias secciones de base de la Primera Internacional. Autogestión es la definición más esquemática del anarquismo moderno. También el Marx joven alude, en algunos textos, al «autogobierno de los productores», sobre todo bajo la influencia del socialismo francés de los años 40 del siglo pasado. Pero, en Marx, autogestión es centralización del poder de base, lo que se evidenciará en su praxis del Consejo General de la Internacional, de la que derivará, posteriormente, el centralismo democrático leninista.
Para Proudhon, la autogestión se basa en una observación directa del carácter pluriforme de la naturaleza. Concluye que el fundamento de la ciencia política consiste en armonizar la pluralidad. Por esta razón, el intento de sustituir el .todo por una de las partes cualquiera, atenta contra la diversidad esencial de la naturaleza y de la sociedad. De aquí la necesidad del autogobierno local. El federalismo (contrato, acuerdo, pacto, etc.) es la fórmula técnica que coordina tales realidades de base. Esto, en cuanto a autogestión (autogobierno) política. La autogestión económica la hace derivar Proudhon del carácter social del trabajo y de la propiedad. En el trabajo, las funciones equivalen, y esta equivalencia fundamenta el derecho de todos a intervenir en la vida económica y el de los trabajadores (incluyendo desde cuadros altamente calificados a peones especializados) a dirigir las empresas.
Podemos afirmar, asimismo, que en el anarquismo la autogestión es visceral, mientras que en el marxismo es sólo coyuntural.
Nacionalismo, imperialismo y autogestión
La boga que tienen las ideas autogestionarias durante los años de la Primera Internacional decrece después de la destrucción de la Comuna de París y del movimiento obrero autónomo francés. Por otra parte, la aparición del nacionalismo hacia 1875, y poco después la del imperialismo, con las condiciones objetivas de una Europa que se prepara para la guerra, en una atmósfera irrespirable de regimentación, conscripción y concentración de todos los recursos políticos y económicos para la acción bélica, favorece el crecimiento de los partidos marxistas centralizadores, que corren paralelos al desarrollo de las respectivas burguesías nacionales. De Europa continental y con el hundimiento del sindicalismo revolucionario francés, después de 1918, casi desaparece el socialismo libertario, que es suplantado por el socialismo estatista.
Tras el breve período de paz que sigue a la primera guerra mundial, la tensión bélica vuelve a acentuarse y se reproducen los ciclos de conscripción y regimentación de los pueblos del período anterior. Aparecen el fascismo italiano y el nazismo alemán con su explosivo revanchismo. Desde el campo revolucionario destilan, asimismo, las consecuencias autoritarias de la revolución rusa. Estamos en las horas más bajas de las aspiraciones autogestionarias. Éstas nada tienen que hacer en un mundo que se apresta, enfebrecido, a desencadenar otra guerra. Sólo perviven en España, donde el anarcosindicalismo, durante la guerra civil española, 1936-39, anima, en la zona republicana, el más vasto ensayo autogestionario de toda la historia.
La autogestión hoy
Al término de la segunda guerra mundial, la baja ostensible de la presión nacionalista favorece los cambios estructurales que hacen aparecer el Mercado Común y las instituciones de la Europa comunitaria. Dentro de estas nuevas condiciones objetivas (aún dentro del capitalismo), empieza a hablarse de autogestión. Pero no por azar. Renace la idea de autogestión asociada a otras nociones preliminares y condicionantes como regionalización, descentralización, desarrollo, participación, autonomía, régimen local... Estas nociones eran impensables en la etapa anterior. La autogestión no es sino un desarrollo lógico de las nociones aludidas. En este desarrollo intervienen la práctica dinámica del nuevo sindicalismo inglés de base, la presencia de la CFDT francesa que parece revirar hacia el sindicalismo de la carta de Amiens, el neonarquismo y las experiencias negativas aportadas por el socialismo estatista y burocrático. La CFDT dice en un texto reciente: "La autogestión se inscribe en un vasto proceso de difusión del poder. Es en este sentido que está en plena vigencia con la demanda de instauración de una propiedad social y de una planificación democrática, con rechazo de transferir el poder a una burocracia de partido, a una tecnocracia de sabios.»
Conclusión
Ya hemos dicho que la autogestión se aplica tanto al ámbito económico como al político. Pongamos ejemplos:
a) La Europa de las regiones y de los municipios, regidos directamente desde la base y coordinados federativamente, sería un precedente de autogobierno político.
b) La economía socializada y dirigida por federaciones nacionales e internacionales de industria, regidas y controladas demócráticamente desde la base, es un ejemplo de autogestión económica, cuyo núcleo fundamental es la unidad productiva de base.
Cierto que este tipo de autogobierno universal se verá gravemente imposibilitado mientras existan pujantes los nacionalismos e imperialismos económicos y políticos; mientras no sean progresivamente desmanteladas las dos gigantescas concentraciones de poder actuales, el imperialismo USA, descendente, y el imperialismo soviético, ascendente, disuadiendo, con su ocaso, la posible aparición de otros imperialismos; mientras no aparezcan en las ciudades principales fuerzas libertarias tendentes a disgregarlas y a transferir el poder donde éste debe residir, en las instancias de base. Pero, en tanto ese fin se alcanza, total o parcialmente, los autogestionarios deben poner en práctica una estrategia de urgencia, aquí y ahora:
1.° En lo político, lucharían por potenciar la región, el municipio, el barrio, como entidades soberanas.
2.° En lo económico y en el ámbito de la economía pública, frente a la actitud estatificadora, que defenderán los diversos grupos marxistas, los partidarios de la autogestión deberían defender, en todos los casos, la sindicalización o autogestión de las empresas que se declaren públicas y la creación de federaciones o confederaciones de empresas autogestionarias. Deberán evidenciar el carácter escasamente «público» o «nacional» de la empresa nacionalizada o estatificada, por el mero hecho de ser regida por una clase posesiva de funcionarios estatales. Correlativamente, demostrarán el carácter «público» y «social» de la empresa o empresas autogestionarias, porque, en su administración, intervendrán todos los elementos que participan en la totalidad del proceso productivo. Es decir, que el todo (la totalidad de los elementos del proceso productivo) será superior a la parte (los funcionarios estatales). Por su carácter socialista y público, la empresa autogestionaria, o la federación de empresas autogestionarias, responderán directamente de su gestión ante el país. Pero, sucesivamente, iremos desarrollando los aspectos aquí enunciados.